sábado, 21 de agosto de 2010

YEHUDE : rabieta de concubina despechada

Por César Galjuf*

Todo hace suponer que su postura de novia: enamorada, complaciente y arrastrada del aprismo –como presidente de la Región Lambayeque y presidente del consejo de ministros- ha llegado a su fin. Solo le quedan recuerdos del romance vivido y cortejada con presentes, que hicieron se sintiera la preferida del aren. Como toda damisela, frívola y sin escrúpulos, se dejó llevar a la alcoba por el gALAN, encandilada por la promesa de ser el candidato del partido de la estrella para los comicios generales del 2011.


El presidente -pendenciero, matrero y embaucador- la lució en sus reuniones mientras la lozanía acompañaba a la bellaca, pues sabía que la había infectado de vejez prematura y putrefacción en vida -en cuerpo y alma- que es como terminan los que asumen una causa noble y la traicionan. De nada le valieron sus ruegos al cortesano, sus promesas de fidelidad eterna, de recordarle que lo había defendido a ultranza, de haber hundido sus afiladas uñas en un puñado de nativos y habérselas mostrado sangrantes para que se regocije su comendador. Su suerte estaba echada, el desprecio era eminente.

Cuentan que cuando la ven deambular, triste y sola, tararea los estribillos de un vals: por ti perdí a mis padres, por ti la gloria perdí y ahora me vengo a quedar sin padres sin gloria y sin ti.

Es evidente que a Yehude le fue muy mal con la paloma, ahora anda buscando los favores del paucár. Con desfachatez y un disfraz de tapada Limeña ha colocado, delicadamente, una de sus piernas en la “curva del diablo” y se ha levantado la funda del traje para que todo el oriente observe sus pantorrillas depiladas.

Una vez más (esta es la tercera) busca quien la cobije, y que mejor si es el contrincante del que puso en aprietos a quien fue su consorte, piensa que de esa manera alcanzaría dos metas inmediatas: remozar su imagen y revolverle el hígado al que la utilizó y la trató con desdén.

Es sabido que de los reveces también se aprende (para bien o para mal) y, en esto, las evidencias nos demuestran que Yehude ha aprendido una lección básica en su anterior relación: se encuentra preñada de DEMAGOGIA. Con esa enseñanza aprendida, hoy pretende deslumbrar a los pueblos originarios del oriente y del centro del Perú ofreciendo que, de llegar a ser presidente de la Nación, legislará en el sentido de que no solo les pertenecerá lo que se encuentra en la superficie, sino, también, todo lo que se encuentre en el sub suelo. Al respecto, ese ofrecimiento no es creíble cuando viene de alguien que ya tiene su espíritu vendido a las transnacionales y a los grupos de poder local.

Yehude, como un mago experto, se remanga los brazos, muestras las manos vacías y con un chasquido de dedos hace aparecer en sus manos la Constitución Norteamericana y le dice al público que en Estados Unidos los dueños de las tierras son también dueños de lo que contiene el sub suelo.

Simon, confiado en su habilidad de prestidigitador piensa que deslumbró a todo el auditorio y espera ser ovacionado. Lo que no dice es que hace 5 siglos esas tierras estuvieron ocupadas por pueblos originarios, llamados por los colonizadores europeos como “pieles rojas”, y que en el afán de arrebatarles sus suelos y lo que les permitía sus sustento casi los exterminan. No cuenta que los propietarios de inmensas extensiones de terrenos son también los que detentas el poder económico y político de ese gran Estado y no menciona que, precisamente, esos dueños son los que redactan o hacen redactar las normas que los gobiernan: ellos son el poder legislativo, ejecutivo y los beneficiarios a la vez. Y, por último, no revela que magnates de ese país y de otros que pululan por el mundo pretenden adueñarse (ya lo vienen haciendo en algunos sectores) de las tierras de los pueblos originarios del oriente y de la selva central del Perú.

Cuando llegue ese día, llamarán al señor Yehude para que presente su proyecto de ley que, por lo que nos muestra, ya lo tiene copiado y calcado de la legislación norteamericana.

Finalmente, toda la perorata del señor Yehude no es más que un cascarón apolillado y sin contenido. Su verdadera preocupación va por dentro y es que le aterra el proceso -que se encuentra en curso- por los cruentos sucesos de Bagua. Tarde o temprano tendrá que responder -en un juicio justo- por las vidas que ordenó segar (en el marco de nuestras normas y de normas internacionales). Su remordimiento no devolverá a la vida a los muertos, tampoco lo salvará de una condena. Ese día llegará, señor Yehude.

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